Mi padre, natural de Barcelona, hizo el servicio militar en la Sevilla de los 60's. Ciudad calurosa de interior, cuando tenía unos días de permiso escapaba a la costa; a un población vecina, Huelva. Allí, un día de playa, conoció a mi madre, se enamoraron, y pronto se conviertieron en marido y mujer.
Ella tenía una hermana y un hermano, que vivían, con sus respectivas parejas, en la misma calle de la ciudad ounbense.
Así que mi madre, al mudarse a Barcelona para vivir con mi padre, era la única que vivía lejos de su familia de origen, visitándolos tan solo en las vacaciones de verano.
Lontana es la casa donde he pasado todos los veranos de mi vida, conviviendo alrededor de un mes con mi familia andaluza.
Era algo así como nuestro punto de encuentro anual, convirtiéndose durante años en una referencia entrañable para todos.
Pero, después de tres décadas inolvidables, aquellas dos parejas murieron en tan solo seis años.
Llegó ese agosto de 2012, y por primera vez en mi vida me ví sólo en aquella casa.
Si bien, para ser sinceros, tendría que decir que no era una soledad absoluta, pues en cada esquina de la casa me esperaba siempre alguna imagen de ellos.
Así que decidí dedicar aquel verano a aceptar el silencio, llenando los vacíos de recuerdos.
He de decir que, después ya de un tiempo, parece que mi vida sin ellos es bastante similar durante once meses al año a como era cuando vivían.
Como siempre he hecho, recuerdo desde Barcelona las cosas que vivimos juntos desde que tengo uso de razón.
Y cuando llega agosto, sigo acudiendo a la cita con mi gente. En el mismo sitio, sintiéndolos de otra forma.
Ellos son Lontana.