" Me recuerdas a alguien que está mirando por una ventana cerrada y no acierta a explicarse los extraños movimientos de un viandante.
No sabe qué tormenta se ha desatado ahí fuera ni que esa persona puede estar teniendo dificultades para mantenerse en pie."
( Ludwig Wittgenstein )
_
Mi mundo se derrumbó hace un tiempo.
Tormenta perfecta. Demasiado.
Simplemente me rendí, así que quedarme en la cama para siempre no parecía mala idea.
Meses después vi que en realidad sí lo era, así que el bulto en que me había convertido empezó a hacer poco a poco aquellas cosas que los humanos acostumbramos a hacer.
Aún así, los días se seguían haciendo eternos y las noches muy cortas, golpeado por sueños extraños y recuerdos dolorosos;
una especie de castigo insistiendo en cosas que me dí cuenta podría haber hecho mejor para evitar todo eso.
Después de intentar ignorarlos sin éxito, y también para hacer algo con mi insomnio, decidí enfrentarme a todos aquellos pensamientos molestos que no me dejaban dormir.
Así que habilité un rincón en casa para tratar de calmarlos, erigiéndose así una especie de Muro de las Lamentaciones particular.
Presidía mi cabeza una nube oscura que no había por dónde cogerla.
Sacándola fuera tal vez podría empezar a coger forma y hacerse más controlable.
Tan sólo una cortina negra, el golpeo de flashes y yo mismo.
Acabaría cogiendo el hábito de disparar cada vez que lo creía necesario, según mi estado de ánimo.
Un proceso que comenzó defendiéndome de algo, hasta que vi que no estaba siendo atacado.
Sí, había algo ahí, pero estaba quieto, impasible, y no tenía intención de irse.
Ese era su poder y la lección a aprender.
Por si aún no sabía con quien estaba jugando, de pronto La Vida se puso seria y me enseñó sus cartas.
_