No sabía que el término ‘Tuna’ se asociaba a algo más allá del pescado de agua salada que ya bien conocía.
Resulta que también se llama así a la fruta roja ovalada que produce el cactus.
Cuando encontré un lugar donde coincidían ambos elementos, en principio tan poco afines, era casi obligación trabajar en ello.
Un precinto construido hace décadas para ubicar a cientos de pescadores en el sur de España cada año durante la intensa campaña del atún, se había convertido ahora en una especie de ciudad fantasma degradada en el olvido tras su cierre durante los sesenta.
Ruinas envueltas de una naturaleza salvaje que se ha ido apoderando de todo a base de años.
Como si hubiera cedido por un tiempo un hueco al ser humano, pero ahora reclamase reivindicar quién manda ahí.