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Durante los últimos años mi familia ha sufrido un número de pérdidas importante, hecho que me llevó a vivir la muerte como algo habitual.
Fue el último caso, sin embargo, el que me empujó a una profunda reflexión, por ser esa la primera vez que alguien moría ante mí.
Meses después, al ver que no sabía digerir ese momento, decidí dar relevancia a ese instante en que uno deja de respirar, que oficialmente parece no existir, y dotar de entidad temporal a la radicalidad del cambio entre ‘respirar’ y ‘no respirar’.
Abordé el tema desde diferentes perspectivas, y podría haber optado por hacer otro estudio científico sobre los estados por los que pasan los familiares que pierden a un ser querido (negación, aceptación, ...), pero pronto ví que ese no era el camino. No me hacía sentir mejor.
Ante la falta de certezas, opté al final por otorgar a mi propio significado a Morir, haciendo uso de la metáfora.
Morir es un proceso diurno que acontece estando en una habitación cerrada, donde la luz penetra únicamente a través de las imperfecciones de la carpintería, de los marcos de puertas y ventanas. A medida que el día avanza la intensidad de luz disminuye y las líneas pierden grosor, hasta finalmente desaparecer con la llegada de la noche.
Decidí entrar en la habitación para experimentar lo que pudo ser, en lo que fue un ejercicio absolutamente empírico y artesanal.
Una vez los ojos se adaptan a la oscuridad tras unos minutos, se perciben toda una serie de geometrías que la luz provoca al traspasar la barrera de esos cerramientos; me dediqué a perseguir y absorber todos aquellos testimonios con la cámara, mediante exposiciones largas, antes que estos desapareciesen.
Todas las fotografías de Morir acabarían fundiéndose a negro. Sin intención alguna de frenar el proceso, de evitar lo inevitable, se trata sólo de rescatar ese instante en que, aunque débil y por poco tiempo, aún hay luz.
Simplemente quise empatizar con una persona, compartiendo la soledad de su tránsito entre vida y muerte.
Justo antes de pasar a mi cabeza y quedarse como esa mancha de tiza en la pizarra que nunca podrás borrar por completo.